domingo, 15 de agosto de 2010

¿ Cuál es el origen del orgullo arequipeño?
Hoy es el aniversario de Arequipa. ¡470 años! Desde hace algunos días, gracias a todos esas redes sociales que hay en Internet, he podido leer una enorme cantidad de saludos a nuestra hermosa ciudad. Una gran cantidad, realmente. Y me he sentido emocionado al leer a paisanos de toda edad, muchos de ellos expatriados como yo, recordando a la blanca y hermosa ciudad de Arequipa.

Esta es una buena oportunidad para reflexionar un poco del porqué de este amor, de este orgullo que le tenemos a nuestra ciudad. Si me pusiera a hacer una encuesta, estoy seguro que las respuestas tornarían alrededor del orgullo que tenemos de la belleza natural de nuestra ciudad, de su campiña y de sus volcanes. Igualmente se hablaría (o escribiría) sobre el orgullo de nuestra comida (su rocotito, sus camarones, etc.) e incluso nos pondríamos a hablar de la belleza del sillar. O de sus revolucionarios, aquellos hombres que en algún momento marcaron la historia de la ciudad y del Perú.

Pero, ¿saben ustedes de donde viene realmente ese orgullo que nos caracteriza en nuestro país?

Yo tengo une teoría.
Es como cuando yo vivía en el Brasil (años maravillosos, por cierto). De tanto hablar y comentar sobre Machu-Picchu, me convertí en un erudito de la ciudad perdida de los Incas… sin haber puesto los pies en ella. Les explico. Cada vez que salía a un bar (era estudiante universitario, los bares, los cafés, eran como mi segundo hogar), era interpelado por amigos y amigos de amigos o simple conocidos que no tenían la oportunidad de ver un peruano todos los días. Y todos me preguntaban lo mismo: ¿E Machu-Picchu meu, é um barato nao? No me quedó otra que hablarles de lo que sabía de mis cursos de historia en el colegio (ayayay) y de lo que mi imaginación fue creando y alimentándose de preguntas y comentarios que escuchaba a derecha e izquierda. Un erudito, les cuento. Debo decir que la primera cosa que hice al regresar al Perú, terminado mis estudios, fue subirme a un tren e ir a visitar Cuzco y Machu-Picchu (una maravilla, por cierto).

Pero regresemos a mi teoría sobre cuál es la razón innata del orgullo que todo arequipeño siente cuando se trata de su ciudad.

Todo presente de una cultura, de una ciudad, de una familia cualquiera, es el fruto de su pasado.
Cuando nos ponemos a hacer el recuento de las cosas buenas de Arequipa, casi todas vienen de nuestro pasado. Si bien que en el caso que voy a exponer, no dudo que se debe seguir haciendo esa misma actividad. Enhorabuena.
Así, el orgullo que sentimos por lo nuestro tiene sus orígenes en el cuidado y en la atención que cada agricultor arequipeño daba a su lote de tierra. Y digo a su lote, sea él propietario o simple arrendado, pero era su lote. Nada crecería en él sin su esfuerzo.

Mi abuelo paterno alquilaba pues unos lotes en El Molle, a un lado de lo que es ahora la carretera a Uchumayo, frente a la cervecería. Cada día, en concierto con sus vecinos de aguas arriba y de aguas abajo (ojo, ¡no me refiero a la cerveza en este caso!), él y sus hijos velaban por que el agua llegue a tiempo y en cantidad suficiente para regar las cebollas o el maíz que sembraban.
Todos los días y varias veces al día.
El agua que es tan escasa en nuestro valle, era manejada con una coordinación y un respeto mutuo que ponía a todos los pequeños agricultores en condiciones de sembrar “su molle”.
Después, una vez que este acto comunitario terminaba su ciclo, salían a la luz los productos cosechados y solamente allí, dentro de una gran camarería, se daba una cierta competición entre los ajos de uno y las cebollas del otro. Productos de gran calidad, por cierto y una razón más tangible de estar orgulloso.

Pero, creo yo, más que por la calidad de sus productos, el verdadero orgullo arequipeño se sentó en el fruto del trabajo, del trabajo mancomunado, de esa organización comunitaria que es la del riego, el sembrío y la cosecha. Una actividad sutil pero que nos ha forjado en lo que fuimos después, en lo que somos ahora.
Y es que a diferencia del rico Norte peruano, de latifundios y de grandes producciones, el trabajo en el campo arequipeño siempre fue una cuestión familiar.
Sin otro patrón que la acequia, el rigor y el sol.

Yo nunca he visto más orgulloso y feliz a mi viejo que cuando él me habla sobre el trabajo, aquél, precoz, de numerosos amaneceres para ir a abrir la reja y dejar correr el agua o de la competición entre hermanos y primos para ver quien cosechaba más mazorcas, o el otro, el de una vida, curando dientes y mejorando las sonrisas de los paisanos.

Si yo tuviera que buscar una verdadera razón para estar orgulloso de los arequipeños, sería y lo es, porque son trabajadores de lo suyo.
Y claro, el orgullo por lo nuestro lo es también y con mucha razón, por nuestra comida, la belleza de nuestra blanca arquitectura, la campiña, ese oasis clavado a los pies de 3 volcanes. La naturaleza, el cielo enormemente azul, ese apretón de manos sincero que no olvido… ¿qué más?

¡Feliz día Arequipa!
Mañana los homenajes y las celebraciones se habrán terminado. Será entonces una buena oportunidad para hablar de otra cosa que el pasado. Mientras tanto, entonemos ese himno que lo tenemos en el fondo de la garganta.

domingo, 13 de junio de 2010

Arequipa en los próximos años ¿qué ciudad queremos?

Yo andaba con el rostro pegado al vidrio del automóvil, observando la ciudad semi desierta, sin tráfico alguno, y donde la cantidad de ladrillos y piedras en las calles igualaba a la de gente que, como para el pasaje de un cortejo (pero es verdad que era un cortejo), se había parado por aquí y por allá sobre la ruta que llevaba al cementerio. La misma ruta que el día anterior yo había conseguido, a duras penas, recorrer por fin, viniendo del aeropuerto. La gente aplaudía y yo no comprendía por qué. Días u horas después supe que fue porque confundieron el cortejo de mi hermano con el de un huelguista supuestamente muerto en el fuego de la acción. No me importaban esos aplausos. Igual ya en ese momento yo tenía declarada una cólera tremenda contra mi ciudad y sería la primera vez que reniegue a Arequipa.

Han pasado 8 años y 2 mundiales desde ese 16 de Junio en que anduve horas y horas retenido en el aeropuerto de Lima, sin poder volar hacia Arequipa. Desde la madrugada en que me había despertado en la sala de recepción de una agencia de viajes, anduve largo por el Jorge Chávez de café en café, observando de reojo los partidos del mundial, haciendo mil veces la pregunta: ¿Salen vuelos a Arequipa? y llamando, llamando por teléfono a mi familia en Arequipa. No pude viajar a la Blanca ciudad ese domingo 16 de Junio que encima era el día del Padre. Había una huelga general. Nunca me interesé por saber la razón de esa huelga. Cada uno tiene sus luchas y las mías, desde años atrás, se llevaban a cabo en territorio extranjero. Pero en la lucha de ese 16 de Junio del 2002, Arequipa, mi ciudad, me tuvo en jaque, manteniéndome a 1000 kilómetros de distancia y siempre a un minuto de poder viajar, a un minuto antes de la muerte de mi hermano, a quien no llegué a ver.

Han pasado pues 8 años y 2 mundiales y la España que vi entonces ganar en penales a Irlanda, ha sido campeona este año. Entretanto, he regresado numerosas veces a Arequipa, recorriendo siempre ese trayecto del aeropuerto con un recuerdo en el alma y un ramo de flores en la mano. He tenido tiempo de vivir mi duelo. Este año regresaré de nuevo. Y, con la ayudadita de unos amigos de siempre, tal vez consiga reconciliarme definitivamente con mi ciudad. Hace tiempo que ando dándole vueltas al asunto principal de este blog. En las semanas y meses próximos podrán saber cómo, hablando sobre mi ciudad, trataré de reconciliarme con ella. En el fondo, es como una cuestión de amor. Por eso he escogido como título el nombre de ese tango* : "Rondando tu esquina". Y es que de eso se trata:

Esta noche tengo ganas de buscarla,
de borrar lo que ha pasado y perdonarla.
.......
Yo no pienso más que en ella a toda hora.
Es terrible esta pasión devoradora.
.......
Rondando siempre tu esquina,
mirando siempre tu casa.
......
Mi hermano Chalo era un romántico y yo creo que le hubiera agradado esta forma de rondar la esquina, todas las esquinas de Arequipa. Lo cual pienso hacer en este blog. Y si paso bajo tu ventana, pues enhorabuena, ven a dialogar a este blog, ya que de eso se trata, de dialogar, de suscitar una reflexión de como el medio ambiente, por ejemplo, puede ser un bastión importante del desarrollo sostenido de Arequipa. Entonces, Arequipa en los próximos años ¿qué ciudad queremos?

* Ese tango a sido muy cantado por Lucho Barrios, el ecuatoriano Julio Jaramillo y uno que otro mejicano. Claro, yo prefiero la versión original, ese tango que no me canso de bailar: http://www.youtube.com/watch?v=HoOAxWbYmQM&feature=related